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Durante el verano que acaba de finalizar, tuve la oportunidad de realizar un viaje en el que, de forma esporádica, visité 4 países diferentes todos ellos del sur de Europa y de la ribera del Mediterráneo a cual más hermoso e interesante.

Además del contenido propiamente lúdico que todo viaje vacacional debe atesorar, lo cierto es que investigar la historia de ciudades como Venecia y Bari en Italia, Katakolón en Grecia, Esmirna y Estambul en Turquía o Dubrovnik en Croacia, resultó realmente apasionante.

Esta interesante andadura tuvo comienzo y final en Venecia, la ciudad del arte, de la melancolía y del prestigio, extraordinario escenario arquitectónico atravesado por una red de canales sobre los que se levantan majestuosos casi 400 puentes entre los que destacan por derecho propio el de la Academia, el de Rialto y el de los Suspiros.

Ciudad dividida en dos partes por el Gran Canal, fue fundada en el siglo V d.c. y se convirtió en un gran puerto comercial en el siglo IX para adquirir con el paso del tiempo un extraordinario prestigio militar que, debido al empuje del Imperio Otomano y a los fermentos de la Revolución Francesa, acabó algunos años después para pasar a finales del siglo XVIII, a ser anexionada por Italia.

En ella me llamó principalmente la atención la Piazza di San Marco, corazón de Venecia y símbolo de los venecianos y una auténtica joya arquitectónica. Al fondo de la misma pude contemplar la Basílica dedicada al Santo y la Torre dell’Orologio y junto a ellas el Palazzo Ducale, el más bello ejemplo de arquitectura gótica veneciana. Todo ello rodeado de unas pocas calles principales y por una maraña de callejones angostos y tortuosos que se desarrollan entre canales, ríos y campanarios.

De allí nos desplazamos a Bari, la segunda metrópolis del sur italiano, dotado de un activo puerto que fue en su momento importante nucleo de intercambio con el cercano Oriente. La ciudad vieja recuerda el paso de romanos, bizantinos, normandos y subas.

Entre los monumentos surgidos principalmente durante la dominación normanda me llamaron poderosamente la atención la Catedral, edificada en la primera mitad del siglo XI y reconstruida a finales del XII; San Nicola, basílica de la ciudad, erigida entre 1087 y 1197, para conservar en ella el cuerpo del Santo, por cierto copatrón de Alicante, que 62 marineros habían sustraído de Mira, en Licia, en el año 1087; y finalmente el Castillo Suabo Normando, fuerte de una mole grandiosa.

Como curiosidad, la existencia de una estatua dedicada a “San Nicola Taumaturgo” obra del escultor Z Tsereteli regalada a la ciudad de Bari por el presidente ruso Vladimir Putin en el año 2003.

A continuación, escala en Katakolón en Grecia. Se trata de un puerto pequeño y reciente fundado a mediados del siglo pasado e inevitablemente ligado con la legendaria y cercana Olimpia destino de mi visita, ciudad escogida por el rey de los dioses, Zeus, como lugar de culto para que los griegos le veneraran.

Aquí nacieron los juegos olímpicos los cuales, según la tradición helenística, se celebraban en honor de Pélope, personaje legendario que dio su nombre al mismísimo Peloponeso.

En un principio, los juegos consistían en unas pocas especialidades de carreras de atletismo, duraban solamente un día y eran interrumpidos frecuentemente por ceremoniales religiosos. Más tarde se produjeron diferentes cambios en su desarrollo aunque su ceremonial era realmente férreo, permitiendo únicamente la presencia de una sola mujer, la sacerdotisa Era.

Las Olimpiadas fueron suspendidas en el año 393 d.C. por Teodosio I para volver a ser convocadas, precisamente en Atenas, en 1896. El descubrimiento de Olimpia se remonta a 1776 y entre sus ruinas destacan el Templo de Zeus, el Santuario dedicado a Era y el Estadio capaz de acoger hasta un máximo de 45.000 espectadores. Todos los restos arqueológicos se encuentran conservados en el interior del Museo que a punto estuvo de ser consumido por las llamas este mismo verano a consecuencia del voraz incendio que asoló una parte importante del país y especialmente la zona del Peloponeso.

Con la siguiente parada, un nuevo país aparecía majestuoso ante nosotros, Turquía y en concreto la ciudad de Esmirna (Izmir en turco) la segunda ciudad del país después de Estambul gracias al movimiento de su puerto y a la intensa actividad industrial. Su primer asentamiento se remonta al III milenio A.C. En el año 334 A.C. es conquistada por Alejandro Magno para alcanzar un periodo de florecimiento a partir del año 27 A.C. al afirmarse la dominación romana.

Destruida por un violento terremoto en el 178, fue reconstruida por orden de Marco Aurelio. Sede episcopal en época de Constantino padeció una lenta decadencia a causa de las incursiones árabes. Sitiada por los turcos, fue expugnada en 1076.

Definitivamente fue anexada al Imperio Otomano por Mahoma el Célebre, a pesar de los esfuerzos de la flota veneciana que intentó varias veces reconquistarla.

Dentro de la majestuosidad de sus ruinas que demuestra bien a las claras la importancia de esta ciudad en su momento, me llamaron especialmente la atención el Odeón, pequeño teatro o sala de conciertos con capacidad para 500 personas; el Gran Teatro con capacidad para 25.000 espectadores, una de las construcciones a mi entender mejor  conservadas de Éfeso y, por supuesto, la majestuosa Biblioteca de Celsius, situada al final de la Vía de los Curetos,  construida en el año 135 d.c. por Tiberio Julio Aquila en honor de su padre, Tiberio Julio Celso, Gobernador General de la Provincia de Asia, cuya tumba se encuentra en la parte posterior. Lo cierto es que la visión del conjunto resultó realmente inolvidable.

Dentro del mismo país, Turquía, me esperaba una nueva e interesante cita,Estambul, que antes se denominó también Bizancio, Nova Roma y Constantinopla, cuatro nombres para una misma ciudad, tres imperios y una historia de más de 3.000 años de dominio y de comercio muy floreciente entre Oriente y Occidente.

Estambul me pareció desde el principio una metrópolis moderna y tradicional a la vez. Fue construida sobre 7 colinas y está dividida en 2 partes, la mitad en Europa, la otra mitad en Asia, unidas por dos puentes colgantes sobre el Bósforo.

La ciudad se encuentra plagada de monumentos, palacios, mezquitas o bazares. Entre los primeros destacaría, sin duda alguna la Basílica de Santa Sofía, actualmente convertida en  museo, repleta de mármoles, metales o piedras preciosas; entre los segundos, indudablemente, el Palacio Topkapi, imponente museo en el que destacan las joyas imperiales o las reliquias del Profeta del Islam, Mahoma; entre las terceras, la Mezquita Azul o del Sultán Ahmed con seis minaretes y una impresionante cascada de cúpulas; y finalmente, entre los últimos, no podía dejar de citar el curioso y exótico Gran Bazar con más de 4000 tiendas.

Para finalizar mi itinerario, llegada a la ciudad croata de Dubrovnik, puerto realmente sugestivo de la costa dálmata que, entre islas, ensenadas y bahías pintorescas ofrece un panorama realmente delicioso.

Una ciudad aventurera con raíces venecianas dividida en dos por una calle principal denominada “Stradum”, también presa del Imperio Otomano que por  cierto se mostró realmente respetuoso con sus monumentos entre los que destacaría el Palacio Sponza donde pude contemplar sobrecogido una exposición que mostraba bien a las claras el tremendo horror y la indiscriminada destrucción que la Guerra de los Balcanes dejó en esta ciudad rápidamente reconstruida, según me contaron, por su condición de Patrimonio de la Humanidad para la UNESCO;  también resulta atractiva la Iglesia De San Vlaho (San Blas), de estilo románico y dedicada al patrón de la ciudad.

Por otro lado, también me causó grata sensación la Catedral, construida en el siglo XVII y dedicada a la Vírgen María de la Exaltación; finalmente y quizás por deformación tanto profesional como espiritual no quisiera dejar de mencionar el Monasterio Franciscano del siglo XIV que, como curiosidad, alberga la tercera farmacia más antigua de Europa pues data de 1317 ó más de 20.000 ejemplares de libros entre los que destacan 1200 manuscritos, 137 incunables y 7 libros de coros. Esto es tan sólo un esbozo de una ciudad compacta, hermosa y acogedora que me sorprendió gratamente desde que puse pie en su maravilloso puerto.

Como pueden ver, un viaje breve pero intenso donde pude comprobar, como decía en el título de esta modesta colaboración, que el sur de nuestro continente del que obviamente forma parte nuestro querido país, ha sido durante milenios cuna de las más importantes culturas y cruce de caminos de las más importantes civilizaciones que han configurado un pasado repleto de historia que ha derivado en un presente floreciente que se dirige hacia un esperanzador futuro.

n3 Colaboración de D. José Manuel Lledó Cortés