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A ti mujer,

que vas errante por la vida

por un amor imposible,

que sientes tus labios pecadores

porque besar para ti fue un engaño.

A ti mujer sencilla,

que tu ilusión se fue,

tú, mujer valiente que te enfrentas

al mundo sin temor a caer.

Tú que tienes ese espíritu maravilloso,

que sufres en silencio

por aquel amor ya muerto.

Tú que sientes un dolor profundo

con espinas enzarzadas

por un recuerdo de amor.

A ti que eres una luchadora por la fe,

con un sufrir intenso,

porque para ti el amor

fue un instrumento.

A ti mujer, para que de mí pienses

que como tú, también mis ojos lloraron

por un hombre marchitado,

que en la primavera no volvió.

n3 Colaboración de María González